Venía todos los días el Papa a ver a Miguel Ángel cuando estaba pintando la capilla Sixtina y le preguntaba:
Miguel Ángel, ¿Cuándo vas a terminar la obra?
Cuando termine padre, respondía Miguel Ángel. Y pasaron largos meses hasta que Miguel Ángel estaba ya a punto de terminar de pintar y apareció de pronto un ayudante del Papa que le dijo:
¡Oye Miguel Ángel, bájate de ahí!
El Papa dijo que mañana íbamos a empapelar.