Era un rocanrolero que se va a confesar.
Padre, vengo a confesarme, yeah, yeah, yeah.
Y el padre le contesta:
No te puedo confesar hasta que te cortes el cabello.
Pasa un año, dos años, tres años y llega el rocanrolero.
Padre vengo a confesarme yeah, yeah, yeah.
No hijo, hasta que te quites esos aretes, esas pulseras y todos esos colguijos que traes.
Pasan cinco años, seis años y llega otra vez a confesarse.
Padre vengo a confesarme, yeah, yeah, yeah.
Que no hasta que te vistas como la gente y te quites eso del yeah, yeah, yeah.
Pasan cinco, diez, quince años y llega a confesarse.
Padre vengo a confesarme.
Y el padre le contesta:
Hijo mío, dime tus pecados yeah, yeah, yeah.