Dos marcianos descendieron de su platillo volador. Era de madrugada; en las calles de la ciudad no había gente. Pasaron los extraterrestres por una gasolinera. El que iba adelante se planta frente a una de las bombas y le ordena con voz ronca y gutural:

¡Condúceme ante tu jefe!

El otro marciano se acerca a su compañero y le dice al oído:

No te metas con ese tipo, es peligroso.

¡Bah!, se burla el primero, es sólo un terrícola, hará lo que yo le mande.

Diciendo esto, le apunta a la bomba con su rifle de rayos y le ordena otra vez:

¡Llévame con tu jefe!

La bomba, claro, no responde.

Déjalo en paz, vuelve a recomendar el otro marciano con temor, te digo que ese sujeto es peligroso.

¡Conmigo no!, exclama su compañero.

Y diciendo esto dispara un rayo contra la bomba de gasolina.

¡BRRROOOOOM! Se produce una explosión terrible, los dos marcianos saltan por el aire y van a caer todos maltrechos unos cientos de metros más allá.

¡Tenías razón! Gime el marciano que había disparado.

¿Cómo supiste que el individuo ése era peligroso?

A lo que el otro responde penosamente:

Alguien que se da tres vueltas al cuerpo con una manguera, y luego se la cuelga en la oreja, ¡tiene que ser un tipo peligroso!

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