Llega el maestro a dar clases todo «crudo», y para no profundizar en la clase da a los alumnos muchas operaciones de matemáticas, los deja trabajando y él se pone a dormir, al poco rato los alumnos terminan la tarea y le gritan:
Maestro, maestro, ¡Las cuentas, las cuentas!
Entonces, éste medio dormido aún, se voltea y les dice:
¡Y quién diablos pidió la cuenta, que sirvan las otras que yo pago!