Iba un señor por la calle cuando de repente se le ocurren comer empanadas. Al caminar un par de cuadras encontró a un joven gritando:

¡Caliente la empaná, caliente la empaná!

Entonces el señor preguntó:

¿Cuánto vale una empanada?

Mil pesos no más, señor.

Deme una, por favor.

El señor se va con su compra pero, luego de un rato vuelve enfurecido donde el joven y le dice:

¡Oye idiota, esta empanada está fría!

Pero claro que sí, por algo yo gritaba, «¡Caliente la empaná, caliente la empaná!»

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