Chiste Número #3869

Era un hombre tan flaco, pero tan flaco, que para ponerle una inyección se la tenían que poner a la carne del almuerzo.

Era un hombre tan flaco, pero tan flaco, que no tenía intestino grueso.

Era un hombre tan flaco, pero tan flaco, que cuando se pesaba la báscula le decía, móntese pues.