Dos atlantes se pusieron una penitencia: subir el cerro más alto de la región, con los zapatos llenos de fríjoles. Cuando iban por la mitad del trayecto, uno – caminando muy adolorido – vio al otro que subía tranquilo y sin ninguna dificultad. Entonces, le preguntó: «Hombre, ¿a ti por qué no te lastiman los zapatos llenos de frijoles, ah…?». Y el otro atlante le contesta: » Pues, ¿Si serás bruuuto?: ¡ yo metí los fríjoles cocinados !».

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