Dos amigos, Juan y Manuel, se van a cazar al campo, y al llegar al punto de encuentro Juan le dice a Manuel:

Compadre, ¿tienes cartuchos para prestarme?, es que se me han olvidado en casa.

Es que sólo tengo dos, y si te doy uno no voy a cazar nada, respondió Manuel.

Venga ya, entonces yo, ¿me quedo con los brazos cruzados o qué?, insistió Juan.

Está bien, toma uno, vete por aquel lado y yo me iré por este, y dentro de media hora nos vemos aquí, ¿vale?, cedió Manuel.

Venga.

Entonces se marchan y vuelven a la media hora:

Hombre Juan, ya era hora, ¿has cazado mucho?, preguntó.

Dos perdices y una liebre, respondió.

¿Y cómo lo has hecho?, preguntó Manuel.

Nada, salieron volando dos perdices a la vez, una liebre saltó, y de un escopetazo me lo llevé todo por delante, ¿y tú que has cazado?, preguntó.

Pues yo, nueve perdices, y diez tórtolas, respondió Manuel.

¿Y cómo lo has hecho?, preguntó Juan sorprendido.

No lo sé, pero tengo un dolor de brazo de tirar el perro para arriba.

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