Eran exactamente las 3 y media de la madrugada cuando le suena el teléfono al dueño de un kiosco, este se despierta muy exaltado y contesta el teléfono:

Hola, dice el señor con voz de dormido.

Hola, ¿le puedo hacer una pregunta?, preguntan del otro lado del teléfono.

Sí, dígame.

¿A qué hora abre el negocio?

A las siete y media, y colgó el hombre.

Una hora después, suena otra vez el teléfono…

Hola, dice el comerciante

Perdone, ¿a qué hora me dijo que abría el negocio?, preguntó la misma voz.

El quiosquero ya fastidiado cuelga el teléfono de una.

5 minutos más tarde suena otra vez el teléfono…

Ya gritando…

¡Hola!

¿Le falta mucho para abrir el negocio?, insistió la voz de siempre.

Ya el hombre más que cansado le respondió:

¿Pero por qué tiene tanta prisa para entrar?

Y la voz del otro lado, con voz de desesperación:

¡No! ¡No quiero entrar, quiero salir!

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