Mientras se comía un bocadillo, a mi hijo de cuatro años se le cayó un pedazo al suelo, y en seguida hubo un forcejeo entre él y la perra. Aunque el niño salió victorioso, miró el pedazo y dijo:
¡PUF! ¡lo lamió!
Y se lo echó a la boca. Al ver que yo abría desmesuradamente los ojos, agregó:
No te preocupes mami, alcancé a limpiarlo en la alfombra.