Un convicto con la pena máxima, un día antes de su ejecución llega el director del penal y le comunica al reo que le concederá su último deseo. El convicto sin pensarlo mucho exclamo:

Sí, quiero que me saquen los frenillos.(puente de metal que colocan los odontólogos en los dientes)

¿Y para qué?, le pregunta el director.

Si me electrocutan, no quiero sentir la corriente en mi boca.

Al día siguiente lo esposan de pies a cabeza y lo trasladan a la ciudad a un dentista particular. Al llegar al consultorio fuertemente custodiado, un niño que esperaba ser atendido lo ve y asombrado le dice a la mamá.

Mamá, mamá, ¡Ese señor si que le tiene miedo al dentista!

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