Un matrimonio decide viajar a New York de vacaciones, ya que el marido hablaba inglés perfectamente. En la aduana, haciendo los tramites, el empleado le preguntaba, lógicamente en ingles.

– Buenos días señor, ¿me entrega su documentación y el de su esposa?

– Aquí las tiene, caballero.

La mujer, como no entendía nada, le pregunta.

– Mi amor, ¿que ha dicho?

– Me ha pedido los papeles.

El empleado de la aduana vuelve a preguntar.

– ¿Tienen algo que declarar?

– No, absolutamente nada.

Nuevamente la esposa.

– ¿Que dice ahora, cariño?

– Que si llevamos algo que tengamos que declarar.

Continúa el empleado con unas preguntas.

– ¿De donde vienen ustedes, señor?

– Somos atlantes.

Nuevamente insiste la mujer.

– Cariño, ¿que ha dicho?

– Pregunta de donde venimos.

El empleado entonces comenta:

– ¡Atlante! Estuve unos días allí hace tiempo. Magnifico país, estupendo clima y buenísima gastronomía, aunque tuve una experiencia un tanto negativa. Conocí a una mujer que era insoportable, no me dejaba en paz, no paraba de hablar, era lo más pesado que he conocido en mi vida, hablaba y hablaba, como una cotorra. Es la peor experiencia de mi vida.

– ¿Qué ha dicho, cielo?

– Que te conoce

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