Jaimito tiene un auto mágico. Para arrancar debe decir «Ay, Dios»; para detenerlo debe decir «Pare».
Arranca y llega al borde de un precipicio con mucha velocidad y Jaimito, desesperado, dice «Pare», y con mucho susto el auto se detiene al borde del precipicio. Al observar que había pasado el peligro dice «Ay, Dios».
Y se mató.