Gran final del campeonato de ajedrez.

Los dos grandes maestros estaban acodados sobre la mesa y contemplaban fijamente las piezas. La radio, la televisión y los periódicos esperaban sin respirar el siguiente movimiento. Pasaron horas, más horas, pero nada sucedió. Ni un movimiento, más horas pasaron, hasta que el gran maestro levantó la vista y dijo:

¡Ah, disculpa! ¿Me tocaba a mí?

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *