En una ocasión caminaban por el desierto un forastero, su caballo y un perro. En cierto trayecto del camino el caballo no caminó más y exclamó:
¡Tengo mucha sed!
El forastero al oír al caballo hablar se asustó mucho, y corrió, corrió hasta quedar rendido de tan tremendo susto. El perro al ver a su amo, había hecho lo mismo; casi sin poder respirar el perro y el forastero, tendidos en la arena del desierto, el perro exclamó:
¡Vio que susto nos dio ese condenado caballo!