Había una vez un loro que tenía un dueño pelado, y por eso el loro siempre le estaba diciendo:

Pelado, pelado, pelado, pelado.

Un día el dueño se cansó que le dijera pelado y le dijo al loro:

¡La próxima vez que me digas pelado te tiro por el inodoro!

Al loro no le importó y le siguió diciendo:

¡Pelado!

Entonces el dueño lo tiró por el inodoro, pero como un loro no entra por el inodoro quedó ahí medio acurrucado.

Un día el dueño va al baño y el loro le dice:

¡Che pelado, te hiciste la raya al medio!

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